en este lugar, los angeles y los demonios tienen el mismo tamaño...comen del mismo plato y comparten las alas para volar

Wednesday, November 22, 2006

Cosas de Extravío

Nuevamente, el patrocinio de vodka Paramonga se hace presente - 18/11/2006 - 4:13 a.m.
(Y a propósito de desenterrar muertos por puro deporte)
Habían convenido celebrar la llegada de la primavera
quebrantando la cordura de un largo, seco y cansado invierno.
Marzo y tarde fue el espejo donde encontraron su cuerpo
asomándose a otro cuerpo, como si se bañaran en líos fatigados,
inadecuadamente avivados por el placer que se derrama como vino
malgastado sobre el aserrín de antiguas bodegas en desuso.

Para colmo, sus carnes y hasta los huesos, sobre el lecho
acoplándose como discos y puños de acero: tan perfecto
como algo maquinado, o tan primitivo
como volver a creer que todo el mundo termina sobre el primer horizonte que vemos.
Una era libre; el otro sintió cómo la trabazón que le sostenía armado
se soltaba como un barco y río abajo.

Todo parecía fácil y simple...
Todo tan frío como cortar un trozo de roja víscera
como si con ello no se fuera también toda la sangre,
y toda esa invisible sangre, que una vez planearon convertir en tierra firme.

Justamente como ahora, apartándose del dolor del invierno fracturado,
otros tienen miedo planear de nuevo.
Y para colmo, sus carnes y hasta los huesos,
embriagados de locura como el casco de un arado maniobrado por un demente
que surca el pecho abriéndolo en canal, caballo, tierra, sangre,
en cosas de hombres ensimismados,
discusión de cuerpos que rozan el corazón con riesgo de sus vidas.

Todo tan fácil, parecería. Todo tan casi imposible, casi es.

Cubrieron al tiempo con su capa, como si el tiempo
no fuera un murciélago que sueña de cabeza, encerrado en una jaula,
tendiendo sus razones como un puente hasta ver quién lo cruza
y quién desde su baranda cae al fin del mundo, sobre el primer horizonte que vemos.

Uno de los dos no sabe que el otro
oculta en su corazón un revólver
amorosamente maniatado al invierno con cristales de hielo.

Cercana ya la noche, pidiéronse al menos
la prudencia de amarse en silencio, mientras el tiempo traza su camino
sobre ese jodido marzo prohibido y su pecho pecador siempre acechando la embriaguez del puñal
en el acero ciego.